Gebas, mi pueblo
Mi pueblo, tierra fértil, cada semilla que el hombre siembra
crece como la espuma, recolectándose en buenas cosechas. Por el este unos
barrancos, capricho de la naturaleza. Te asomas al mirador y parece un paisaje lunar.
Por el oeste Sierra Espuña, kilómetros de montañas repletas de pinos
autóctonos, romeros, tomillos, mejorana, y mucha vegetación. Cuando llueve,
respirar es gratificante.
Allá por los años 60, teníamos por costumbre, después de
cenar, salir a la terraza, tumbarnos en las hamacas, o en colchonetas en el
suelo y mirar al cielo, contemplar millones de farolas iluminando el universo.
Algunas de ellas trasladándose de un sitio a otro, lo cual te dejaba iluminado
por su resplandor. Ahora es imposible con la desproporción lumínica que tenemos
en pueblos y ciudades. En estas últimas con tanta contaminación casi no podemos
ver con claridad el cielo y sus farolas, que iluminaban las esmeraldas de
nuestro rostro. A nuestra costumbre de mirar el cielo se unían algunos vecinos,
entre ellos había dos chicos, Diego y Lázaro. Diego hablaba muchísimo, pero era
divertido, Lázaro todo lo contrario solo hablaba con las piedras. Eran el Yin y
el Yan, pero entre ellos había una química especial y buena conexión. Nos
hacían pasar unas buenas y estupendas veladas, que me gustaría que se
repitieran. Esto es un poquito de nostalgia.
Mª Elena Montalbán
No hay comentarios:
Publicar un comentario